viernes, 18 de mayo de 2012

AURA, Carlos Fuentes















Aura (Ediciones Era, México, 3ª edic. 1966), de Carlos Fuentes fue publicada en 1962, el mismo año que la magistral La muerte de Artemio Cruz. Esta nouvelle, género situado por extensión entre el cuento y la novela, causó asimismo un extraordinario impacto en un público lector que empezaba a descubrir un nuevo modo de narrar, que se alejaba del realismo costumbrista que hasta entonces había caracterizado gran parte de la producción literaria latinoamericana.

Con Aura, Carlos Fuentes se incorporó al grupo de escritores del subcontinente que habrían de situar la literatura hispanoamericana en el mapa de la modernidad. Mediante un modo de narrar tenso y sugerente, Carlos Fuentes sitúa al lector ante la naturaleza eterna del amor capaz de trascender la muerte. Y en este trascender se mueven los personajes entre la realidad y el sueño cuyas fronteras son tan sutiles que también el lector pasa de una a otra dimensión sintiendo en carne propia el misterio de su propia existencia.
Aunque sin en lirismo de otros autores hispanoamericanos -Rulfo, García Márquez- Carlos Fuentes organiza su relato a partir de una estructura poética, muy presente especialmente en la citada La muerte de Artemio Cruz y La región más transparente, que carga su escritura de una extraordinaria fuerza semántica y, consecuentemente, de esa ambigua sugestión que connota la atmósfera de la nouvelle y confiere verosimilitud a los personajes y naturalidad a sus caracteres y conductas.
No es caprichoso, por tanto, que el título de la  nouvelle sea Aura, que el lector al principio interpreta como nombre del personaje central, que no es el protagonista, pero que a medida que avanza el relato le advierte un sentido que traspasa el significado de la primera acepción y que justifica y soporta esa otra dimensión de la realidad a la que accede el joven historiador Felipe Montero.
Tampoco es caprichoso el epígrafe con una cita de Jules Michelet según la cual la mujer que intriga y sueña «es la madre de la fantasía, de los dioses» y está dotada de cualidades para «volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación». Por esta naturaleza femenina, las dos mujeres que intervienen en el relato, Consuelo, la anciana viuda del general Llorente, y Aura, su joven y hermosa sobrina, pondrán al protagonista, Felipe Montero, en la  frontera misma de lo ilusorio, ese territorio donde la identidad puede ser una especulación cuyos reflejos cambian según la luz y que se proyectan como largas sombras a través del tiempo.
Fuentes, como otros escritores de su generación que protagonizaron el presunto boom, bebe de las corrientes  narrativas y poéticas anglosajonas, en particular de maestros como Faulkner, Woolf, Lawrence, Yeats, Eliot, sin olvidar a los malditos y simbolistas franceses - Rimbaud, Verlaine, Mallarmé, Nerval, Lautremont, Baudelaire-, y también de la propia tradición literaria hispanoamericana. En este sentido, resulta imposible leer Aura sin evocar al José Asunción Silva de Nocturno antes que al Edgar Allan Poe de Berenice o Annabel Lee. De este modo es como Carlos Fuentes se convierte en uno de los maestros del siglo XX que, mediante nuevos recursos técnicos y sensibilidad poética, proyecta la narrativa hispanoamericana al primer plano de la literatura internacional.
Relato completo de «Aura» en la voz de su autor