domingo, 26 de diciembre de 2010

EL ALMA DEL GUERRERO, Joseph Conrad



En El alma del guerrero y otros cuentos de oídas (Alianza Editorial, 1984, trad. Enrique Murillo), Joseph Conrad se adentra en los meandros del alma humana y saca a la luz, en un contexto marcado por la guerra, el honor y la lealtad como valores que preservan la conducta humana ante la brutalidad y la violencia.

El alma del guerrero es un cuento maestro que debería figurar entre las lecturas obligatorias de los aspirantes a escritores. Independientemente de su estructura, Conrad, siempre preocupado por trascender la anécdota y conferir a sus relatos un sentido moral, logra aquí llevar su impresionismo estilístico «a un estado de conciencia, como apunta Harold Bloom, en el que el narrador que ve está inevitablemente fundido con lo visto y lo narrado». Situado en el marco de la desastrosa invasión napoleónica a Rusia y la retirada de los soldados franceses acosados por el frío invernal y los ataques del ejército ruso («Entonces empezó la larga desbandada del Gran Ejército. Yo lo he visto avanzar en tropel, como una faltal estampida de demacrados y espectradoes pecadores, a lo largo del más profundo y helado...»), Joseph Conrad trae a colación el relato de una deuda de amistad entre dos oficiales, dos guerreros, de distinto bando. Pero es una deuda nacida de la generosidad de un hombre cuya conducta se rige por principios éticos y valores morales que le permiten ver y reconocer al prójimo, antes que a un enemigo. Al final «la justicia del mundo y el juicio de la humanidad» cayeron sobre el deudor, quien debió saldar la deuda contraída liberando el alma guerrera del otro «de un destino peor que la muerte: la pérdida de toda fe y todo valor».

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sábado, 11 de diciembre de 2010

LA LECCIÓN DE MÚSICA, Pascal Quignard



La lección de música (Editorial Funambulista, 2006, 2ª edic. Trad. Ascensión Cuesta), de Pascal Quignard, es una pequeña joya de la literatura francesa contemporánea. Su lectura lleva al lector a través de tres breves e intensos relatos al punto de confluencia de la voz y la música.

Pascal Quignard, uno de los más importantes escritores franceses vivos, se adentra en el lenguaje para alcanzar la íntima vibración que vincula el sonido de la música y el de la voz humana, como expresión sustancial de la vida en el mundo. Significativo en este sentido es el relato La última lección de música de Chang Lien, un maestro chino que vivió antes de Cristo, «en la época de las Primaveras y Otoños». Chang Lien tuvo como discípulo a Pu Ya, a quien llegó a destruir sus más preciados instrumentos para que aprendiera a escuchar con pasión y comprendiera que «el sonido de la música no rompe el silencio». Fue así como Pu Ya llegó a obtener con el tiempo el título de «Músico-Más-Grande-Del-Mundo».
Un joven macedonio desembarca en el puerto del Pireo es el relato de un episodio del adolescente Aristóteles, quien en la Academia platónica aprende, entre otras disciplinas, la historia de la tragedia y los secretos de la representación, cuyos símbolos los encuentra en el teatro, el escenario y la voz humana adulta, la voz mudada, la «voz del macho cabrío» enfrentado al sacrificio. 
Finalmente, aunque sea el primero de los relatos, Un episodio extraído de la vida de Marin Marais, un discípulo aventajado de Sainte-Colombe, a quien, después de haber sido rechazado por él, oye escondiéndose debajo de su cabaña para descubrir esos acordes que ningún maestro revela y que pueden llevarlo a obtener de la viola el «sonido de la voz perdida». Este episodio inspiró la película de Alain Carneau, Todas las mañanas del mundo, donde se oye al maestro rechazar al alumno diciéndole «usted no es músico, toca la música». Como Chang Lien a Pu Ya, Sainte Colombe enseña a Marin Marais que mientras carezca de corazón y de alma nunca llegará a saber qué es la música ni para qué existe. 
 La lección de música es una obra tan pequeña como iluminadora sobre la actitud que mueve al verdadero artista -músico, poeta, pintor- para alcanzar lo que persigue a través de su obra. En ello nada tienen que ver las ambiciones sociales o el afán de gloria sino la sinceridad con que sepa indagar en su alma y la honestidad con que revele lo que ha visto de ella. El arte, parecen decir los grandes maestros, nace de la experiencia del dolor.

domingo, 28 de noviembre de 2010

POESÍA SOLA, PURA PREMONICIÓN, Kepa Murua





Con Poesía sola, pura premonición (Ellago Ediciones Poesía, 2010), Kepa Murua se consolida como uno de los grandes poetas españoles contemporáneos. Su poesía cobra aquí un alto vuelo que es trasunto de su honda visión poética y de la reflexiva seriedad con que afronta su obra.

La experiencia universal del horror vivida en el curso del siglo XX y sus dramáticas secuelas -el terrorismo, las sangrientas dictaduras, la amenaza nuclear, etc.- han llevado el lenguaje hasta los mismos límites expresivos y obligado a los poetas a abismarse en el silencio o en la luz para dar sentido a la voz del mundo. Esto supone un soberbio esfuerzo del poeta, como en el caso de Kepa Murua en Poesía sola, pura premonición, por traducir al menos una chispa de lo que ha entrevisto en su «experiencia abisal», como la llamaba José Ángel Valente. Eso que para Murua es levantarse por un vaso de agua / y quedarme un rato a ver / lo que nadie ve en penumbra
Es así como, sustentado en un radical lenguaje poético, el poeta traspasa el ecuador y entra en el negro hemisferio de la vida a oscuras, donde la memoria hesita ante la acción erosionadora del tiempo y la esperanza no sueña con un mundo mejor. El miedo, el terror -vulgar como la palabra a gritos- paraliza la vida aunque el hombre, condenado a la soledad y a la ignorancia existenciales, cierre las ventanas a la desesperación. No hay respuestas para él. Sólo inmovilidad. Vacío. Nada que lo salve de las palabras sinsentido, de las emociones sin amor.
Pero, a pesar de este fragor trágico, el poeta confía en su vocación como depositario y mensajero de una verdad que se le niega al hombre. Digamos que concibo la luz -escribe Kepa Murua- como una cueva donde descansa el sonido / y la oración del poeta arde / como el amor en un recinto fortificado.



Foto de Kepa Murua, de Fernando Blanco. Vídeo En el lugar, de K.Murua producido por Canal de Poesía de A.T.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

NAFSAK, Navarro Beloqui

Nafsak (Amargord Ediciones, 2010), de Navarro Beloqui, es un breve, intenso y sustancial libro acerca del sentimiento amoroso en estado de pasión y desgarro. En su conjunto es un poema fragmentado en reflejos de un sentimiento que es a su vez una herida inevitable entre polos que se atraen y repelen.

La red y los talleres literarios han generado una extraordinaria inflación de escritores, cuentistas, microcuentistas y poetas. Esto hace muy difícil identificar a quienes realmente merecen ser titulares de tales oficios. Sin embargo, a veces es posible tal identificación, como es el caso de Navarro Beloqui. Su Nafsak descubre a un poeta preocupado por alcanzar el corazón de las palabras para que ellas sostengan de modo diáfano la calidad del verso y, sobre todo, su sentido. La voz no pide sino paga / rescate, al menos, / el salvamento de los muebles; que no lleguen a ceniza, escribe N.B.
El motivo central de Nafsak es el sentimiento amoroso entendido como tránsito entre pasión y vacío, enlace y desenlace, como alimento del sueño acaso de felicidad, acaso de placer, acaso de ambas cosas a la vez. Subvertida en un sueño famélico de amor, / el maremoto triste de la luna / que avanza o retrasa la esperanza de las olas / es tu aliado, dice un poema de N.B. en el que la subversión no sólo se enuncia sino que se produce también en la metáfora cuando en ese "sueño famélico" las mareas de la esperanza quedan a merced del magnetismo de la luna.
Para Navarro Beloqui las palabras son la sustancia que trama la realidad. Caen las sílabas de tu faz a la vez que todos tus dientes. / Caen palabras infinitas, llenas de nada ilimitada. Es decir que la realidad es también nada, cuando las palabras son tocadas por el vacío que deja la extinción, en este caso, del sentimiento amoroso. Quizás este es el momento en que las palabras se manifiestan como nudos mudos en el corazón de los amantes, Balbucea tu pecho / palabras que no salen. 
Nafsak de Navarro Beloqui es un bello libro que participa de una corriente poética que deja atrás ese realismo, social o emocional, que tanto lastra la poesía española.

lunes, 8 de noviembre de 2010

NO SUFRIR COMPAÑÍA, Ramón Andrés


El silencio constituye un elemento esencial para recobrar el sentido original de las palabras tanto en su uso cotidiano como en su utilización poética. En No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (Acantilado, 2010), Ramón Andrés aborda con sensibilidad y erudición la importancia del silencio en la mística occidental y su influencia en la corporización de una corriente poética que llega hasta el presente.

En una época en que el lenguaje sirve de instrumento para construir las falacias de los regímenes totalitarios y ocultar las mezquindades políticas de las democracias parlamentarias y los oscuros propósitos del poder económico, la apelación al silencio y el conocimiento de su tradición aparecen como recursos necesarios para reencontrar, de ser posible, el sentido original de las palabras. Ramón Andrés ha reunido en No sufrir compañía los escritos fundamentales de la mística occidental sobre el silencio. 
En un soberbio prólogo, cuya naturaleza poética se fija desde su primera frase -«Hay un silencio que procede del desacuerdo con el mundo, y otro silencio que es el mundo mismo»- Ramón Andrés sitúa al lector ante el fenómeno del silencio, esa «intuición de un más allá del lenguaje», y ante la búsqueda del mismo emprendida por los místicos españoles del siglo XV al XVII. Entre García Jiménez de Cisneros y Miguel de Molinos y las figuras sobresalientes de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, Ramón Andrés trae a colación otros nombres y escritos no menos importantes que siguen alimentando una tradición que pareció desaparecer en el siglo XVIII sepultada por las prácticas realistas y didácticas consagradas por el naturalismo del siglo XIX y hoy vigentes gracias al ruido mercadotécnico. La experiencia abisal, según expresión de José Ángel Valente, que constituyó un camino de aproximación a dios para los místicos, en la actualidad se presenta como esencial para devolver al lenguaje su energía original y salvarlo de la degradación que convierte la realidad en un atroz sinsentido.

lunes, 25 de octubre de 2010

EL ELOGIO DE LA SOMBRA, Junichiro Tanizaki

En El Elogio de la sombra (Siruela, 2010, trad. del francés de Julia Escobar), Tanizaki confronta la luz y la sombra como agentes recreadores de la belleza. Una confrontación que revela las diferentes actitudes de las tradiciones culturales de Oriente y Occidente.

Con un estilo de depurada sencillez y contenido tono poético,  Junichiro Tanizaki abre a los ojos occidentales la riqueza de recursos de la sombra para exaltar la belleza y las emociones de quienes tienen la educada sensibilidad para apreciarla. Así como para los occidentales la luz expone lo bello para su observación, para los orientales, como lo ponen de manifiesto las construcciones de viviendas, palacios y monasterios y las creaciones plásticas, en particular las acuarelas, son los matices y las modulaciones de la sombra los que transmiten las sensaciones de lo bello. De aquí que la belleza sea para los orientales antes que visual exacerbadamente emocional. 
En relación a los sombríos retretes japoneses, Tanizaki narra con cierto humor que «después de haber atravesado para llegar una galería cubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shoji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir [...] Aun a riesgo de repetirme, añadiré que cierto matiz de penumbra, una absoluta limpieza y un silencio tal que el zumbido de un mosquito pueda lastimar el oído son también indispensables. [...] Colocado (el retrete) bajo una luz cruda, entre cuatro paredes más bien blancas, se perderá toda gana de entregarse a la famosa "satisfacción de tipo fisiológico" del maestro Soseki.»
Tanizaki sostiene que la belleza de las lacas japonesas se aprecia mejor cuando la luz es incierta. «La oscuridad es la condición indispensable para apreciar la belleza de una laca». Pero la belleza no siempre nace de la sombra. A veces surge de la mugre acumulada, ese «brillo producido por la suciedad de las manos. Los chinos tienen una palabra para ello, "el lustre de la mano", los japoneses dicen "el desgaste"; el contacto de las manos durante un largo uso, su frote, aplicado siempre en los mismos lugares, produce con el tiempo una impregnación grasienta [...] Contrariamente a los occidentales que se esfuerzan por eliminar radicalmente todo lo que sea suciedad, los extremo-orientales la conservan valiosamente y tal cual, para convertirla en un ingrediente de lo bello.»

Junichiro Tanizaki

Junichiro Tanizaki (Tokio, 1886, Yugawara, 1965). Es uno de los grandes creadores de la moderna literatura japonesa, de quien ya he comentado El cuento de un hombre ciego y próximamente lo haré de una de sus novelas más bellas, El cortador de cañas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

AUTOBIOGRAFÍA SIN VIDA, Félix de Azúa

Pocas veces un libro de memorias se propone como un ejercicio de disolución del yo y menos a través de la experiencia y el conocimiento del arte y la cultura de ese yo como en Autobiografía sin vida (Mondadori, 2010), de Félix de Azúa.

Ante tanto radicalismo identitario y egocéntrico, ante tanto provincianismo nacionalista que vicia las relaciones sociales en Europa y en particular en la infantil España de las autonomías, Félix de Azúa reivindica el valor trascendente del arte minúsculo en la vida del ser humano como reflejo del rostro común. Desde el título, el autor manifiesta su propósito de narrar desde lo particular aquello que proyecta al individuo en la comunidad. De aquí que la vida de que carece su autobiografía sea la rutinaria y anecdótica que hace del yo -individual, familiar, nacional- un centro falaz del mundo, del «cosmos», dice él. 
Un hombre, escribió Jorge Luis Borges, es todos los hombres. Félix de Azúa parece comulgar con esta idea y propone caminar al encuentro de los otros que somos a través de la inteligencia y el gozo que reflejan las representaciones del arte desde sus primeros balbuceos (los caballos de la cueva de Chauvet) hasta los años ochenta, fecha que fija en Documenta 5, muestra tras la cual en las artes prevalecen «la trivialidad, las repeticiones, plagios...». 
«No es éste un libro que cuente mi vida sino la de muchos que, como yo, han tenido similares sensaciones, experiencias, emociones, decepciones y aprendizajes», dice Azúa. Este es el principio del que parte para entrar, como decía Baudelaire en «los bosques de símbolos que le observan con ojos familiares» y desentrañar de algún modo el enigma de la existencia humana. La «galaxia de símbolos» en la que se hallan desde el crucifijo hasta Flash Gordon. 
«Las artes [...] parecen más bien un desesperado intento por imponer un sentido a nuestra vida, tan efímera como insensata», pues al fin y al cabo, «al morir dejamos un rastro de palabras que no es necesario haber escrito». Pero antes de esa muerte individual, Azúa advierte del «terror a lo privado» y de la conversión de los seres vivientes en signos: «El último demonio lo llevamos dentro y en cuanto lo reconozcamos y le demos representación seremos libres de actuar como auténticos demonios, es decir, sin remordimiento». Y lo haremos a través del Estado, que será el encargado de administrar las matanzas, gestionar el horror.

martes, 14 de septiembre de 2010

LA MUERTE DE IVÁN ILICH, Lev Tolstói

Después de la profunda crisis espiritual que sufrió tras cumplir los cincuenta años, en 1886, Lev Tolstói escribió una pequeña obra maestra, aunque ensombrecida por las centenares de páginas realistas, sangrientas y lacrimógenas, de Guerra y paz y Anna Karénina. Esta hermosa joya de la literatura de todos los tiempos es La muerte de Iván Ilich (Bruguera, 1981, trad. Augusto Vidal).

El arranque de esta nouvelle de menos de cien páginas responde fielmente a los cánones del realismo, corriente de la que Tolstói fue uno de sus grandes maestros. Un grupo de jueces de la época zarista centran su conversación en la muerte de un colega, Iván Ilich, y las consecuencias burocráticas que la misma acarreará para sus respectivas carreras. Tras este prolegómeno, el lector entra de lleno en la vida de Iván Ilich, un hombre mediano en todos los sentidos, pero con la suficiente inteligencia y ambición como para abrirse paso en la sociedad y escalar posiciones en ella hasta llegar al más alto escalón al que puede aspirar. Iván Ilich es en lo personal y en lo profesional un hombre de éxito. 
Llegado el momento culminante de su carrera, con asombrosa naturalidad, Lev Tolstói sitúa a Iván Ilich en la capital del imperio, subido a una escalera ocupado en la decoración de su nueva casa. Iván Ilich cae y el golpe que sufre parece no tener consecuencias. Sin embargo, es el momento metafórico que señala su declive vital. La muerte aparece como antagonista e Iván Ilich se enfrenta a la soledad y a la imposibilidad de comprender el fin, al desconsuelo que le provoca acabar sus días. Sus reflexiones, que no encuentran salida, lo llevan a preguntarse al porqué de tanto sacrificio y ver de un modo nítido no exento de crueldad la vacuidad de las conductas de sus amigos y familiares e incluso de la suya. 
En ese marco de feroz crítica individual y colectiva, sólo dos personajes parecen salvarse, su hijo adolescente, Vasili Ivánovich, y su criado Guerásim, cuya ternura natural era lo único que parecía calmar los padecimientos físicos y espirituales de Iván Ilich.
La muerte de Iván Ilich es una intensa y sincera reflexión sobre la vida y la muerte y a la angustia irresuelta que ésta causa en el individuo humano. Lo dicho, una obra maestra.

martes, 7 de septiembre de 2010

MÍSTICA ABAJO, Andrés Neuman

No es sorpresa lo que suscita Mística  abajo (El Acantilado, 2008), de Andrés Neuman, sino gozo. La precisión de sus versos sostiene una poética que aspira a dar al lector una visión honda y abarcadora del mundo, ese lugar de «carne pensativa» que nos descubrió la tradición mística.


El poeta sabe que tratada la palabra como sustancia le sirve para entrar en esa dimensión superior del espíritu donde el ser y las cosas pueden revelarnos algunos de sus secretos. La nieve necesita / del barrido interior de la palabra / de su aguda atención, de su rastrillo / para tratar de ser / y sostener el blanco, escribe Andrés Neuman. 
Esta pureza de la palabra, este empeño en hacerla sustancial, es una toma de posición poética que se funda en la voluntad de hacer del mundo un lugar de dicha, una radical rebelión contra el dolor y la derrota. Y es así que anota No hay fortuna del ánimo / sino esfuerzo de carne en la alegría, y también Necesito la carne para amarte, / la carne enamorada, pero no / más allá de la tumba sino contra la tumba. 
El gozo de lectura de Mística abajo es reflejo de gozo de vida, de reivindicación del deseo de ser en plenitud, pues La juventud no acaba con la edad / sino con la certeza de algún daño [...] Cuando la muerte ajena empieza a hacerse propia / empieza la otra vida. / Otra mucho más breve. / Y mucho más cargada de deseo.

martes, 31 de agosto de 2010

LA EMBOSCADA, Iván Humanes

Adentrarse en el bosque por senderos poco transitados es una labor ardua que exige coraje y mucha templanza. La emboscada (InÉditor, 2010), de Iván Humanes es la novela que narra la sombría aventura del hombre que se interna en la fronda para descubrir la oscuridad de su propio corazón.

Como los antiguos héroes que desafían las acechanzas del mal, la voz narradora de Humanes penetra en el bosque de «senderos que se bifurcan» y a cada paso consigue que el chapoteo en el barro y el crujido de las ramas se incorporen a una sinfonía de la oscuridad que suena como un eco de los miedos del protagonista. 
Aunque parte de premisas del género policíaco, Iván Humanes no tarda en poner en evidencia sus limitaciones y dinamitarlas a través de una escritura comprometida con el personaje y la narración, que revela la compleja realidad del alma humana.
La emboscada es una novela honesta que sitúa a su autor muy por encima de los representantes de la llamada «generación nocilla» y de aquellos que creen que la «escritura bloguera» es signo de modernidad. Hay aquí, independientemente de los prescindibles guiños y homenajes literarios, una propuesta literaria seria que hace vislumbrar a un autor de largo recorrido. Un autor que sabe que la amplitud del campo semántico de la prosa depende de la calidad de los recursos poéticos.

viernes, 16 de julio de 2010

LÍRICA DE UNA ATLÁNTIDA, Juan Ramón Jiménez


Lírica de una Atlántida (Galaxia Gutenberg / Círculo de los lectores, 1999), reúne la poesía de Juan Ramón Jiménez escrita entre 1936 y 1954, en una magnífica edición a cargo de Alfonso Alegre Heitzmann. La relectura de JRJ, a quien ciertos poetas principales de España trataron de ignorar, nos ayuda a dimensionar la distancia que existía (existe) entre la obra de uno y otros.

El compromiso de diálogo con el poeta Alfonso Alegre Heitzmann centrado en el poema Espacio confrontado a La tierra baldía, de T.S.Eliot, fue el detonante de una lectura que renovó la percepción del poderoso influjo ejercido por JRJ en la moderna poesía de habla castellana al rescatar su pasado más noble, en cuyo linaje figuran Quevedo, Góngora, pero sobre todo, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y Miguel de Molinos pasados por el tamiz de los simbolistas franceses y el radicalismo propuesto a través del monólogo interior por James Joyce. Estos son algunos de los sustentos con que J.R.J. fragua un nuevo lenguaje poético que logra que el poema mismo sea la columna vertebral de la realidad del mundo que describe con ambición abarcadora, trascendente. 
En Espacio no hay asunto ni argumento sino voz que unifica con «embriaguez rapsódica», según Díaz-Canedo y conduce en «un oleaje verbal» (Sanchez Robayna) a la liturgia de la celebración de la vida, pues «los dioses no tuvieron más sustancia que la que yo tengo». Para Juan Ramón, el único dios, es el dios poético, la palabra, al que no busca sino que va a su encuentro disolviendo su yo en la sustancia, en el tiempo. «Mi mejor obra -dijo en una ocasión para justificar esa búsqueda- es mi constante arrepentimiento de mi Obra».

lunes, 5 de julio de 2010

LA TIERRA BALDÍA, T.S. Eliot

En 1922, el mismo año en que James Joyce publicaba su Ulises, Thomas Stearns Eliot daba a conocer su poema La tierra baldía (Cátedra, 3ª edic. 2009, edición bilingüe de Viorica Patea, trad. de José Luis Palomares), con el que se inauguraba en el mundo anglosajón el lenguaje poético de la modernidad.

La relectura de este poema que tanto me impresionó en mi adolescencia hasta el punto de ser uno de los pilares que forjaron mi propia voz me ha resultado gozosa. Especialmente gozosa porque ha sido confrontada con la lectura de Espacio, el poema fundacional de la modernidad hispano debido a la genialidad de Juan Ramón Jiménez, del cual ya escribiré en otra ocasión.
La tierra baldía sorprende al lector por una constante apelación al mito como memoria colectiva que atesora los valores fundamentales de la cultura y la civilización, en su caso europea, y al mismo tiempo lo desconcierta por una radical fragmentación del texto que busca plasmar, del mismo modo como lo hacía el cubismo en la pintura y la escultura, una realidad en disolución. Una realidad presa del caos, la violencia, el desorden y la corrupción irremediables. Sin embargo, en este erial, en esta tierra baldía que es el mundo, T.S.Eliot cree en la redención. Cree, como parecen significar los ritos cíclicos de la fertilidad, en la redención, en el renacer. Aunque abril sea el mes más cruel y en la hora violeta silben murciélagos con «cara de niño», en el alma persiste esa esperanza que propiciará el relámpago y, tras el trueno, que una ráfaga húmeda traiga la lluvia.
El carácter abarcador, no totalizador, de la realidad del mundo, que Eliot le da al poema con su atomización formal, los quiebres temporales y las mutaciones de los personajes hace que éste, acaso como reflejo de la figura de Tiresias, el adivino ciego de Tebas que llegó a saber que el placer más intenso del ser humano es el femenino porque fue mujer, se convierta en la metáfora de la unidad existencial. 

sábado, 12 de junio de 2010

UNA HEREDERA DE BARCELONA, Sergio Vila-Sanjuán

Desde La verdad del caso Savolta, de Eduardo Mendoza (Seix Barral, 1975) y, más recientemente, La última vuelta del perro, de Jorge Rodríguez (Magenta, 2007) -descarnado retrato de la Barcelona olímpica- no había leído una descripción tan vibrante y vital de esta ciudad como en Una heredera de Barcelona, de Sergio Vila-Sanjuán (Destino, 2010). 

Mediante un potente arranque narrativo próximo al thriller, Vila-Sanjuán pone al lector ante las puertas del laberinto social de la Barcelona de los años veinte, en la que se libra una violenta lucha de clases y de intereses personales, económicos y políticos. A partir de ese momento, el hilo de Ariadna que guía la lectura es la voz del abuelo del autor, parentesco que desaparece al convertirse Pablo Vilar, gracias a la fluidez narrativa,  en un personaje que se entrega al orden de la ficción para hacer más verosímil la narración de los hechos. 
«Pensamos que los viejos siempre han sido viejos, pero este episodio de los años formativos de mi abuelo me fascinó, tanto por lo que revelaba de su propio carácter como por la luz que proyectaba sobre ciertos ambientes de su tiempo: pero, sobre todo, por cierta ingenuidad animosa que trasmitía y que me resultó entrañable», afirma Sergio Vila-Sanjuán en el prólogo. Una de las virtudes de esta novela es que el autor hace de esta fascinación un mecanismo original para articular los hechos reales y los recursos novelísticos sin someterse a las leyes del argumento. Una línea argumental hubiese sido utilizar, por ejemplo, el caso de María Nilo como punto de partida de una investigación que al final revelara la oscura trama del poder. Pero aquí no existe tal linea argumental, sino la voz del joven abogado que a través de los casos que le tocan, de su posicionamiento social y político, de su vocación periodística y de sus relaciones personales construye un fresco vivo de un momento turbulento de la ciudad, cuyo trasunto metafórico es la heredera, esa bella, coqueta, inteligente y contradictoria Isabel Enrich. 
El epílogo, que no el final de la novela, reúne en los prolegómenos de la Guerra Civil a los personajes que, desde su inteligencia y sensibilidad han logrado establecer un vínculo afectivo que trasciende los prejuicios sociales y de clase, los fundamentalismos ideológicos y el sinsentido de la violencia. Ellos son, parece querer decir Sergio Vila-Sanjuán, los verdaderos protagonistas de la Historia.

domingo, 6 de junio de 2010

EL ETERNAUTA, H.G.Oesterheld / F. Solano López

Entre 1957 y 1959, apareció en la revista argentina Hora Cero la original historieta de ciencia ficción imaginada por Héctor G. Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, titulada El Eternauta, de la que en noviembre de 2007 Norma Editorial hizo una edición especial para conmemorar su quincuagésimo aniversario, con eficaz prólogo de Carlos Trillo.

La aproximación actual a esta obra clásica del cómic, como se le dice en la jerga peninsular a lo que en Hispanoamérica llamamos historieta, supone para quienes la leímos en aquella época explicarnos la naturaleza de las emociones (y perturbaciones) que entonces nos provocó su lectura. Por primera vez, lugares que resultaban familiares eran el escenario de acontecimientos extraordinarios que, ingenuamente, creíamos que sólo sucedían en otros lugares lejanos y prestigiosos, generalmente anglosajones. Pero había algo más, la historieta, soportada en unos dibujos de gran calidad, cosa nada sorprendente dado que en Buenos Aires en ese momento se concentraban artistas extraordinarios, como el mismo Francisco Solano López, Alberto Breccia, Carlos Freixas, Arturo del Castillo y Hugo Pratt, entre otros, daba cuenta de un personaje (Juan Salvo), que en una Buenos Aires paralela había sido esposo y padre entrañable, se presenta en la casa del mismo guionista como viajero del tiempo y resistente de una terrible invasión extraterrestre que se manifiesta al principio con una nevada mortal. En ese momento, el carácter de la historieta como metáfora de la realidad política del país y la oscura amenaza que se cierne sobre él es apenas perceptible, pero revela la intuición artística de Oesterheld para narrar a modo de anticipación la tragedia que se avecinaba. De esta lectura que latía por debajo de la lectura directa de los acontecimientos narrados nacía la inquietud perturbadora que dejaba en el ánimo de los lectores las aventuras de El Eternauta.  Posteriormente, Oesterheld escribió una nueva versión en 1969 con dibujos de Breccia, con quien siete años antes había hecho Mort Cinder, y en 1976 El Eternauta II, de nuevo con Solano López, en los que el compromiso político se hizo más explicito hasta el punto de continuar los tramos finales de la historia en la clandestinidad. En 1977, el creador del Eternauta, miembro del grupo guerrillero Montoneros, fue secuestrado y, junto a sus cuatro hijas, hecho desaparecer por la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1982. Estos hechos reales enriquecen conceptualmente El Eternauta, pero es en su concepción del mal, su amenaza y su horror, lo que le confiere la calidad de clásico.


A.Breccia y A. Tello por Alberto Breccia

jueves, 3 de junio de 2010

LITERATURA DEL EXILIO EN EL CONSULADO ARGENTINO


 El pasado 27 de mayo, el Consulado de la República Argentina inauguró la Sala Silvina Ocampo con un ciclo dedicado a poetas y narradores argentinos coordinado por el sicoanalista Alejandro Gómez-Franco. El cónsul adjunto, Andrés H. Mangiarotti, puso de manifiesto la intención de la legación consular de tener un contacto más fluido con la comunidad argentina y de operar como centro de promoción de artistas plásticos, escritores, poetas e intelectuales argentinos tanto residentes en Cataluña como de paso por Barcelona. 

Para iniciar el ciclo «Paseo de Gracia esq. Gran Vía» e inaugurar la Sala Silvina Ocampo fue distinguida mi obra narrativa y poética.  El poeta Carlos Vitale y Gómez-Franco, a quienes agradezco su generosidad de juicio, fueron los encargados de glosarla. Vitale dijo  en un pasaje de su exposición centrada en los libros de poemas «Sílabas de arena» y «Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias» que «Antonio Tello es un poeta que arriesga, que no se conforma. Me gusta pensar en él como un alpinista. Tello escala una montaña y cuando llega a la cima no se detiene a mirar, extasiado, el paisaje, el éxito obtenido, sino que baja y vuelve a subir la misma montaña por otra ladera o busca otra montaña aún más alta y escarpada. Tello es un Sísifo tenaz y deliberado. Quiere respuestas, pero sólo encuentra preguntas.»
Por su parte, Alejandro Gómez-Franco, que analizó tres cuentos de «El mal de Q.» vinculándolos al mito hegeliano del amo y el esclavo: «El amo y el esclavo expresan esa dualidad interna del sujeto que se halla en tensión entre el dominio y la unidad por un lado, y la anarquía y fragmentación que experimenta interiormente por el otro. Pero esta unidad, he aquí el problema, sólo es reconocible en el exterior; el amo está afuera, es exterior.
En “El Mal de Q” [encontramos] la forma moderna del esclavo que es la neurosis obsesiva […]. La belleza de este cuento reside tanto en la forma como en el sentido que esa forma acoge y propicia. Y nos recuerda también la función iniciática de la literatura, todos tenemos un libro que nos abrió los ojos, que despertó en nosotros el deseo de saber y nos enfrentó a la verdad bajo la forma de ficción que le es propia.»

viernes, 28 de mayo de 2010

ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS

La tertulia El laberinto de Ariadna publica con regular periodicidad un excelente pliego de poesía coordinado por el poeta Felipe Sérvulo con poemas de los invitados a sus reuniones mensuales. 

En su número 19, el grupo encargó a Carlos Vitale una selección de poetas argentinos residentes en Cataluña. Vitale, quien se autoexcluyó a pesar de tener todo el derecho de figurar en la lista por ser uno de los mayores poetas argentinos contemporáneos, invitó a todos los que consideró que debían figurar en esta publicación. No todos le respondieron, pero los nombres que aparecen -Laura Frucella, Marta Binetti, Hugo García Saritzu, Ana Becciu, Neus Aguado, Mario Satz, Dante Bertini, Antonio Tello, Osías Stutman y Jonio González- son representativos de una poesía que busca tener su propia voz y enraizarse con sus cadencias personales en un contexto geográfico y social diferente y lejano. Surge de estas voces y de otras, como la del querido ausente accidental Alberto Szpunberg, una poesía de doble sombra, llena de vitalidad y matices prosódicos determinados por el paisaje humano, en la que la nostalgia se agosta y las visiones existenciales nos revelan a los poetas acaso preguntándose como lo hace Vitale en uno de sus versos de Unidad de lugar «¿dónde vive el pecado sino en la distancia?».
Felipe Sérvulo y El laberinto de Ariadna constituyen un grupo humano generoso y abierto consciente de que esa altura de miras con que se acerca a los demás contribuye a establecer la justicia poética en un mundo desquiciado por el mal.

domingo, 9 de mayo de 2010

IDÉNTICO AL SER HUMANO, Kobo Abe


En Idéntico al ser humano (Candaya, 2010, trad. directa del japonés por Ryukichi Terao), Kobo Abe trasciende los particularismos de la tradición japonesa sin traicionar su esencialidad cultural y plantea a través de la ficción científica la soledad y la incomunicación que alienan al hombre en las modernas y mastodónticas urbes modernas.

Michel Revon, autor de una Antología de la literatura japonesa (Círculo de Lectores, 1999) finaliza su introducción invitando a que leamos sus páginas porque «los japoneses se muestran tal como son, con su corazón generoso y sensible, su espíritu fino y jovial, su carácter amigo de la naturaleza, de la elegancia social, de la erudición, de las artes, de todo aquello que puede fascinar a una raza muy civilizada, y se verá sin duda que, aunque difieren de nosotros en mil detalles secundarios, son representantes, sin embargo, del mismo género humano». Resulta irónicamente llamativo que Revon diga de los japoneses que son diferentes a «nosotros», supongo que se refiere a los blancos occidentales, y «representantes, sin embargo, del género humano». La tesitura de Kobo Abe, uno de los grandes maestros de la literatura japonesa del siglo XX, en Idéntico al ser humano parece una respuesta anticipada a las palabras de Michel Revon.
Tsurayuki, uno de los poetas integrantes de los Rokkasenn o «grupo de los seis genios» (Siglo IX), escribió: ¡No!, no reconcemos / ni siquiera al amigo; / sin embargo, en mi aldea natal, / las flores de otros tiempos / aún exhalan su perfume. La lectura de la novela Idéntico al ser humano de Kobo Abe supone entrar en el vértigo argumental que conduce hacia una duda laberíntica sobre la naturaleza del ser y su identidad original cuya única respuesta parece ser la locura. Todo comienza con el inminente descenso de un cohete terrestre sobre Marte que amenaza con poner fin a un programa radiofónico - «Hola marciano»- . Ese mismo día, un hombre que dice ser marciano se presenta ante el atribulado creador del programa y mediante una argumentación tan delirante como racional le abre la puerta a la duda. ¿Se trata de un terrestre loco con síndrome de marciano o de un marciano cuerdo que se hace pasar por terrestre? ¿Cómo saberlo si los marcianos, según argumenta, son idénticos al ser humano? El desenlace que propone Kobo Abe, en su línea de humor e ironía, es lógico y delirante.
El escritor japonés, que quizás se sintió como un marciano durante el tiempo que vivió en Mongolia, afronta así la brutal realidad de la incomunicación y la locura. Tema este último frecuente en la literatura japonesa y que condujo al suicidio a Ryunosuke Akutagawa, uno de sus maestros e introductores junto a Junichiro Tanizaki y otros de la literatura occidental en la represora era Taisho, que comenzó en 1912. Como para sus maestros, para Kobo Abe la palabra representa las cosas y los hechos desde distintos ángulos, facetas y contradicciones y permite multiplicidad de lecturas e interpretaciones.  Sobre este principio, la lectura de Idéntico al ser humano nos transporta a velocidad de vértigo por una inquietante cinta de Moebius.
Sobre esta edición, cabe destacar la iniciativa de la editorial Candaya no sólo de abrir una puerta a la moderna narrativa japonesa, sino de introducirla traduciéndola directamente de su idioma original. Para este cometido ha contado con la valiosa colaboración de Ryukichi Terao, quien durante años residió en América Latina familiarizándose con la lengua castellana y que ahora ha traducido con gran sensibilidad esta obra de Kobo Abe, como antes tradujo otras de Ryunosurke Akutagawa y Junichiro Tanizaki.

jueves, 6 de mayo de 2010

LA ÚLTIMA ESTACIÓN DE TOLSTOI Y LOS DERECHOS DE AUTOR

Las novelas Guerra y paz y Anna Karénina, obras maestras del realismo novocentista, encumbraron a Lev Tolstói en los puestos más altos de la literatura universal.
Aunque perteneciente a la aristocracia rusa, su sensibilidad individual y social lo indujeron a acabar renunciando a los privilegios de clase y a sustentar ideas que generaron un movimiento seudomístico anarquista no violento que tuvo gran influencia en personajes como Mohandas Gandhi y Piotr Kropotkin. Coherente con su pensamiento, en los últimos años de su vida renunció a sus propiedades y a los derechos de autor sobre sus obras. Su esposa, la condesa Sofía Andreevna Bers, libró una encarnizada lucha hasta el final por preservar lo que consideraba un legado legítimo para sus hijos. 
Sobre esta cuestión trata la película La última estación, de Michael Hoffman, con Christopher Plummer, Paul Giamatti y Helen Mirrey. Tolstói, que se había convertido en vegetariano y célibe y se oponía al progreso tecnológico, acabó huyendo de su mansión cuando tenía ochenta y dos años. Murió en la estación de Astápovo, actualmente Lev Tolstói, el 20 de noviembre de 1910.

martes, 20 de abril de 2010

ARCHIPIÉLAGO, La Karkoma

Con el insular título de Archipiélago (Ediciones Oblicuas, 2010), el colectivo La Karkoma -Rosana Román, Natàlia Linares, María Guilera, Vincenç del Hoyo, Lola Encinas, Marc Ballester, Mónica Sabbatiello y Vicente Aparicio- publica su segundo volumen de cuentos. 
En su conjunto los relatos de este libro revelan la voluntad de sus autores, desde distintas posiciones narrativas, de superar los obstáculos que les antepone el lenguaje para alcanzar los miradores desde los cuales pueden describir aspectos ocultos de la realidad evidente. La soledad, la incomunicación y la alienación son elementos que perfilan el carácter de personajes que asoman sus cabezas por encima de la superficie de una sociedad dominada por la alienación y el absurdo. A veces el horizonte es sólo una lengua de tierra en medio de un río, una isla minúscula o el cuerpo de una persona que se desdobla para no sucumbir a su propia vida rutinaria; otras veces ese horizonte es la misma noche donde la muerte acecha con la puntualidad de una oficinista burócrata o un simple cuchillo jamonero que espera desde la inercia cumplir con la misión del acero. La imaginación, la fantasía y la consideración del lenguaje que se observan en estos cuentos indican que sus autores no escriben desde la frustración, como indica su prólogo, sino desde la escritura y ésta es siempre lleva implícita la esperanza y la voluntad de ir más allá de lo evidente.

lunes, 5 de abril de 2010

SIETE MANERAS DE MATAR UN GATO, Matías Néspolo

 - Hay siete formas de matar a un gato - me dice el Chueco, mientras acaricia al animal que le ha traído el Quique, el chico de la Ernestina, y me guiña un ojo con picardía.
Lo acuna en el antebrazo izquierdo contra el regazo. Con la derecha le soba el lomo y la cabeza. Se agacha un poco, como si lo quisiera arropar, y pega un salto apartando la cara del posible arañazo. Siento un ruido como de ramita seca que se quiebra y el Chueco sostiene por el pellejo el gato convulso. La cabeza ladeada, las patas rígidas. Ya no se mueve.

Con este inicio brutal, Siete maneras de matar un gato (Los libros del lince, 2009), de Matías Néspolo, sitúa al lector en el mismo corazón de la violencia social. A partir de ese momento la acción, protagonizada por dos adolescentes unidos por una amistad tan entrañable como viciada, se desarrolla de un modo trepidante hasta el final. Habitantes de un pueblo de chabolas, esas vastas villas miserias que conforman los cinturones de las grandes ciudades latinoamericanas, argentinas en este caso, estos jóvenes hijos de familias desestructuradas, y lo que es peor de una sociedad igualmente desestructurada, son educados en la supervivencia del animal. El único referente de las leyes y la autoridad civil que rigen en la urbe es un comisario corrupto que utiliza las bandas que se disputan el control del trapicheo de la droga, el robo y la prostitución doméstica, mientras el resto de la tribu malvive integrándose en las huestes de cartoneros o piqueteros.
La peripecia del Chueco y del Gringo -el narrador- es la de los condenados a vivir sin aliento y sin salida, sin más recurso que la violencia, en los albañales de la civilización. Meras ratas del basural su escapatoria es apenas un sueño, una ilusión, que a veces cobra la forma del amor o el descubrimiento de un libro -Moby Dick, Herman Melville-, en el cual el protagonista busca desesperadamente un sentido para su propia existencia.
Sostenida por una prosa vigorosa que prolonga el léxico coloquial de unos diálogos que complementan con eficacia el texto narrativo, Siete maneras de matar un gato es una novela que revela sin concesiones románticas ni ideológicas la realidad de los marginados y también, como un eco, la de un país cuyos parámetros morales fueron arrasados por la violencia y el terror de Estado.

jueves, 1 de abril de 2010

domingo, 21 de marzo de 2010

RELATOS COMPLETOS, Virginia Woolf





«La ficción es como una tela de araña, quizás unida muy ligeramente, pero siempre pegada a la vida por sus cuatro esquinas», escribió Virginia Woolf. Sus Relatos completos (Alianza Editorial, 2006, trad. Catalina Martínez Muñoz), dispuestos por orden cronológico, ejemplifican de modo meridiano esta convicción de la creación literaria. 

A través de la lectura de los cuentos, desde el primero, «Phyllis y Rosamond», datado en 1906, hasta el último, «El balneario», escrito en 1941, poco antes de suicidarse, no sólo se accede al rico universo literario de una autora esencial de la literatura occidental del siglo XX, sino que también se asiste a la imperiosa búsqueda de recursos técnicos y poéticos para expresar con fidelidad las contingencias existenciales de sus personajes. 
En un entorno hegemonizado por la acción y la descripción realistas, Virginia Woolf sostiene que el relato «debiera ser tan directo y tan ligero como el hilo que se cuelga entre dos perales para poner a secar la colada», pues tanto el relato como la novela han de procurar «captar multitud de cosas en la fugacidad del presente, de abarcar el todo y modelar infinitas cosas extrañas». Este propósito lleva a la Woolf a alejarse de la realidad inmediata dirigiéndose hacia distintos ángulos e introduciéndose en los pensamientos de sus personajes y entreviendo lo externo como un paisaje brumoso. «Las historias sin conclusión son también legítimas», escribió evocando a Chéjov, uno de sus maestros. 
Los cuentos de Virginia Woolf no se nutren tanto de la realidad perceptible como de los recuerdos y la imaginación, elementos que, como bien dice Susan Dick, la editora de los relatos, «ofrecen a los personajes el medio de escapar de sus tediosas vidas». La lectura de los cuentos revelan las estrategias y experimentos seguidos por la escritora para concretar su obra narrativa. Este es el caso del cuento «La señora Dalloway en Bond Street», que constituyó la base de la novela «La señora Dalloway» una vez que situó «al narrador en la mente del personaje y mostró los pensamientos y emociones de ese personaje a medida que ocurrían», como escribe la profesora Dick. Es así que una vez creado el ambiente y el espacio en el que se mueve su personaje, Woolf es capaz de aproximaciones y distanciamientos, como ocurre con «El vestido nuevo» y otros cuentos ambientados en la fiesta de la señora Dalloway, que transmiten desde «la conciencia de grupo» distintos puntos de vista y percepciones de una misma realidad, cuya objetividad siempre aparece difuminada.
Leer y releer los cuentos de Virginia Woolf es una experiencia que nos sitúa en el pálpito mismo de la palabra, cuyo peso ella decía sentir en la yema de los dedos.

viernes, 19 de marzo de 2010

LA ERÓTICA DEL RELATO, Jimena y Matías Néspolo (Comp.)

La erótica del relato. Escritores de la nueva literatura argentina (Adriana Hidalgo editora, 2009) es una antología que tiene como compiladores a los hermanos Jimena y Matías Néspolo, que reune, incluidos ellos, a diecisiete narradores de la generación de los años setenta.

Estos jóvenes escritores, que se autodenominan «Los heraldos», incluyen al inicio del libro un manifiesto a modo de declaración de intención estética, la cual se define más por lo que rechazan de la narrativa argentina contemporánea que por la búsqueda de la novedad formal o temática. «Los ejercicios de estilo o de vanidad nos arruinaron el oído. Ahora la música nos es ajena. Quizás nuestras frases desafinen. Hagan ruido. Pero suenan». Este es acaso el párrafo más interesante de su propuesta generacional, ya que lleva implícita el reconocimiento de su necesidad de una lucha por recuperar lo perdido a causa de esa orfandad a la que el terror de Estado los condenó. «Es cierto que del parricidio no podemos jactarnos. La dictadura os dejó huérfanos», confiesan, pero también declaran «asumimos el riesgo y nos tomamos en serio el simulacro», sabedores de la dificultad de dar el salto sobre la ausencia de la generación aniquilada para establecer contacto con la tradición cultural.
Si bien la selección de los hermanos Néspolo no escapa a lógicos altibajos, La erótica del relato constituye una muestra muy solvente de esa camada de narradores que nació, en su mayoría, en los años de la atroz dictadura militar. Con un notable dominio de los recursos narrativos y del lenguaje, los jóvenes escritores buscan escapar de la mera crónica realista y del discurso testimonial para proponer un imaginario en el que el terror se manifiesta como una amenaza brutal y misteriosa en ocasiones y en otras como una pulsión mórbida irrefrenable, o en el que la muerte física evita el dolor de la muerte afectiva, o en el que la identidad acaba disuelta en visiones o ecos de visiones. Muy significativos son en este sentido los cuentos de Jimena Néspolo -Las cuatro patas del amor-, Claudia Feld -Cambio de suerte-, Oliverio Coelho, -La presa-, María Casiraghi -La entrevista-, Marcelo Damiani -El sentido de la vida- y Matías Néspolo -El hachazo-, un cuento que enlaza por su angustiosa tensión e inevitable desenlace con El hombre muerto de Horacio Quiroga. Este último apunte sirve para señalar que estos jóvenes narradores al reconocer el abismo han sabido salvarlo con su mirada. 
Los otros heraldos son Marisa do Brito Barrote, Jorge Hardmeier, Gisela Heffes, Federico Levín, Pablo Manzano, Martín Murphy, Mauro Peverelli, Patrio Pron, Ricardo Romero, Hernán Ronsino y Diego Vecchio. Es difícil saber si todos harán carrera literaria, pero sí que tienen buenos argumentos para seguirla.

sábado, 13 de marzo de 2010

EL CUENTO DE UN HOMBRE CIEGO, Junichiro Tanizaki


El tenebrismo supuso para los occidentales una representación del estado anímico del hombre  que empezaba a adentrarse en la modernidad. 
Caravaggio, Zurbarán, etc. ejemplifican la naturaleza de esta corriente en la que los contrastes entre la luz y las sombras representan la densa lucha entre el bien y el mal, la belleza y la fealdad. En oriente, la oscuridad es también un latido de la belleza.

En El cuento de un hombre ciego, del japonés Junichiro Tanizaqui (Siruela, 2010, trad. Ángel Crespo), la sombra sirve para significar una íntima y honda concepción de la belleza y de la pasión amorosa. El autor, que como Ryonosuke Akutagawa y Mishima, entre otros, se sentía atraído por la modernidad y el simbolismo europeos, trató de «trascender la verdadera naturaleza del contraste», para alcanzar «la íntima asunción de quien lo vive y hasta su fragilidad», como dice Ana de la Robla en su magnífica reseña de La llave, obra maestra de Tanizaki.
En El cuento de un hombre ciego la guerra entre samurais, sus protagonistas y sus pasiones son percibidas a través del tacto, los sonidos y los olores por el narrador, ese masajista ciego al servicio de una bella dama de la cual está secretamente enamorado y por la cual acabará, pobre, cumpliendo su oficio entre viajeros y peregrinos, en la frontera de su vida y su muerte sostenido por el sutil hilo de la memoria. La ceguera del narrador se comporta como la tinta china en las acuarelas orientales y a través de ella se dibuja un paisaje de penumbras por donde los hombres y las mujeres se enfrentan entre sí y a sí mismos, sujetos a la servidumbre de sus códigos y de sus deseos. De aquí que Yaichi, el relator ciego del cuento, diga casi al final de la historia como inútil constatación: «En resumen, [Hideyoshi, el victorioso señor] debió de tener el mismo sentimiento que me invadió en medio de las llamas: puede que los más grandes héroes, en el fondo de su corazón, no se diferencien de nosotros, los hombres comunes.»

martes, 2 de febrero de 2010

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO, J.D. Salinger

La lectura de El guardián entre el centeno (Alianza Editorial, 1978, trad. Carmen Criado), de J.D. Salinger me perturbó profundamente. Por entonces, hacia mediados de los años sesenta, el título del libro era otro -El cazador oculto-, y el ejemplar donde había subrayado las frases y párrafos que más me habían conmovido se perdió cuando debí abandonar a mi familia, mis amigos, mi país y mi biblioteca.
Ahora, ante la muerte del esquivo Salinger, he releído, como lo habrán hecho miles de personas en el mundo, el libro en un ejemplar comprado hace ya tiempo, porque es una de esas obras que deben acompañarte siempre (Rayuela, Martín Fierro, Facundo, Ulises, Luz de agosto, etc.) para refundar cualquier biblioteca allí donde te encuentres. La peripecia de Holden Caulfield te llega a lo más hondo no tanto por la naturaleza de sus aventuras, como por esa extrema soledad que el individuo descubre en su adolescencia y que no es ajena a la que sienten Stephen Dedalus, de Joyce en Retrato del artista adolescente, el protagonista de El gran Meaulnes, de Alain Fournier y hasta el adulto Mersault, de Albert Camus. La relectura de El guardián entre el centeno ahora, después de tantos años, supone entrar en una dimensión de ese tiempo en que la desazón que embargaba tu espíritu aún no sabía nada del abismo que se abría más allá del campo de juego y al borde del cual tuve la suerte de encontrar más de un cazador que me salvó la vida.

domingo, 24 de enero de 2010

MAGNOLIAS GRISES, Silvia C. Rodríguez

Magnolias grises (Fojas Cero/editora, Córdoba, Argentina, 2009), es el primer poemario que publica la cordobesa Silvia Cristina Rodríguez. Este libro es ante todo un tributo a la amistad atravesado por el dolor y las heridas de una sociedad en la que nadie salió indemne. La mirada y la intención de la poeta son claras y sencillas desde su primer poema, ese ingenuo y emotivo Marina («Baja mi mano / a un charquito ( para mover el barco / que me llevará hasta vos. // Frágil barco de papel / que te mueves por azar, / ¿qué te impulsa a navegar? // Sopla el viento de estribor / porque lo muevo a pulmón // lo impulsa mi corazón.»)
Recurriendo a un símil plástico, Magnolias grises, que la autora ha querido ilustrar con postales japonesas, es un libro impresionista en la medida que son las impresiones que las visiones, los sueños y las relaciones humanas han dejado en su alma las que forman el cuerpo de cada poema, más allá de la perfección formal o de la aspiración lírica. Es precisamente este impresionismo el que determina la audición de una voz poética que suena como un susurro cómplice entre las voces tácitas de sus amigos, cuyos rostros, aunque lleven algunos el sello de su nombre, tienen los rasgos del prójimo.