miércoles, 9 de julio de 2008

PODERES TERRENALES, Anthony Burgess

En 1982, Anthony Burgess visitó Barcelona acompañado de su segunda esposa, Liana, una italiana jocunda que bien le iba al carácter de aquél. La razón de su visita era la presentación de Poderes terrenales (Argos Vergara, 1982). Leo que esta magnífica novela ha sido reeditada por El Aleph con la excelente traducción de José Manuel Álvarez Flores, aunque no sé si revisada, pues en la primera compartía la autoría con Ángela Pérez. Trata Burgess la historia de un exquisito escritor homosexual -Kenneth Toomey, placenteramente refugiado en Malta, donde recibe la visita de un alto prelado local, para que le de su testimonio sobre el difunto papa Gregorio XVII, de quien era concuñado y amigo, y cuyo proceso de canonización se ha iniciado. Este arranque sirve para que Toomey, en quien algunos críticos vieron un retrato de Saumerset Mogan, aunque para mí se aproxima más a Gore Vidal, haga un inteligente repaso de su vida y de un mundo, en el que reconoce la naturaleza humana del mal.
El mal y la violencia han centrado la obra de este creador excesivo, desbordado por su incontinencia verbal hasta el punto de inventar un idioma, el nadsat, que hablan sus violentos personajes de La naranja mecánica, que Stanley Kubrick llevó al cine, y otro preoral, para la película En busca del fuego, de Jean-Jacques Annaud. Los Poderes terrenales es un tipo de novela que arrastra al lector a una especie de vorágine que le enseña las entrañas espirituales del ser humano dejándolo finalmente exhausto y obligado a la reflexión sobre su propia existencia.



Imagen: Con Anthony y Liana Burgess, en 1982, en el desaparecido restaurante «La estancia vieja» de Barcelona, después de dar cuenta de un suculento asado argentino y de varias botellas de Rioja. Foto de Carmen Sentíes.